Los retos de las ciudades contemporáneas

04 / noviembre / 2022
4 minutos de lectura

Esta semana, el Observatorio de Ciudades (OdC) de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño del Tecnológico de Monterrey presentó un informe de actividades durante un encuentro nacional en Monterrey, Nuevo León. En el marco de este informe, también aprovechamos para dedicar esta Newsletter a explicar el enfoque del observatorio y su trabajo hasta ahora


Los retos de las ciudades contemporáneas

El más reciente Reporte Mundial de Ciudades, el cual fue comentado en una de las publicaciones del Observatorio, describe algunos de los retos más apremiantes para las ciudades del mundo: el atraso en el cumplimiento de las metas globales sobre cambio climático y el impacto diferencial que éste fenómeno tendrá en las ciudades; la desigualdad al interior de los entornos urbanos así cómo el déficit en el acceso a derechos humanos como la salud y la vivienda; los impactos del COVID-19 y la necesidad urgente de implementar lo aprendido tras la pandemia.
El cambio climático, la vivienda como derecho, y la desigualdad son tres temas reflejados en el Reporte Mundial de Ciudades que también impulsan la labor del Observatorio. Algunos de estos retos afectan particularmente al Sur Global, y a ciudades que han crecido mucho en tamaño y población en los últimos años, por lo que las ciudades mexicanas son especialmente susceptibles ante estas problemáticas.

¿Quién tiene derecho a vivir en la ciudad?

Consecuentemente, el OdC ha enfocado su producción de conocimiento y análisis de datos para intentar responder una pregunta apremiante: en México, ¿quién tiene derecho a vivir en la ciudad? Aunque se han introducido muchos nuevos modelos y herramientas de planeación urbana en el marco nacional, las ciudades mexicanas aún exponen patrones de segregación sobre diferentes ejes, y éstos han estado en el centro de los estudios del observatorio.

Una de las fuentes de información más útiles en este sentido han sido los Censos de Población y Vivienda 2010 y 2020, los cuales fueron dirigidos y publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En estos, quedan plasmados los flujos demográficos de las ciudades del país. Cruzando estos datos con otras fuentes, el OdC ha podido relacionar el despoblamiento de centros urbanos con la construcción de transporte público masivo o con el acceso a los bienes y servicios necesarios para el bienestar.

 

La proximidad como un eje transversal

El OdC ha trabajado especialmente en la definición y aplicación del concepto de la proximidad urbana. La proximidad se relaciona íntimamente con la noción de accesibilidad. Una ciudad accesible es aquella donde una persona, sin importar sus características, puede acceder a los bienes y servicios necesarios para el disfrute de sus derechos humanos.

La proximidad se refiere a la cualidad de diferentes bienes y servicios de ser accesibles en cuanto al tiempo de traslado necesario para llegar a ellos desde un punto específico, generalmente la vivienda de una persona. Es diferente a la cercanía, que se refiere a la cobertura radial (no el tiempo) en un área definida.

Simultáneamente, el concepto de proximidad evidencia muchas de las dinámicas urbanas: es una medida de la desigualdad, pues muestra cómo algunas personas tienen mayor acceso (viven una ciudad más accesible) que otras a los bienes y servicios que requieren. Sin embargo, también es un concepto fundamental para la planificación urbana del futuro.

El académico colombiano, Carlos Moreno, estableció el concepto de “La ciudad de 15 minutos”: aquella donde una persona puede llevar a cabo cualquiera de siete funciones sociales relacionadas con el entorno urbano ─habitar, trabajar, hacer compras, atender su salud, acceder a la educación, disfrutar la cultura o convivir en armonía con el medio ambiente─ sin caminar más de 15 minutos desde su vivienda.

Este modelo de ciudad es uno que resulta más equitativo (si llega a cumplirse para todos por igual) pero también más sostenible. Entre menor traslado se necesita para el disfrute del entorno urbano, menor es el impacto ambiental de las personas a nivel individual. Más aún, el modelo promueve la integración y convivencia social al asegurar que las personas puedan formar vínculos sociales y comunitarios.

 

¿Cómo medimos la proximidad?

El método empleado por el observatorio para medir la “proximidad” parte de la teoría de la accesibilidad y la ciudad de quince minutos: se selecciona una serie de servicios y negocios necesarios para el pleno disfrute de la ciudad y se genera una base de datos con la ubicación de todos estos en una ciudad. Para esto, el OdC se asiste del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE) que genera y actualiza el INEGI.

Luego, la superficie de la ciudad se divide en hexágonos. Los hexágonos son una buena forma de dividir un territorio para el análisis de datos porque tienen una superficie constante y pueden “alicatarse” (encajar unos con otros, como azulejos) infinitamente y sin dejar huecos.

Dentro de estos hexágonos, se utiliza la red de calles existentes y se crea un nodo entre cada intersección de calles. A cada nodo se le asigna un puntaje a partir de la cobertura con la que cuenta y de qué tan lejos o cerca están los servicios necesarios. Al final, se le asigna un puntaje al hexágono completo con el promedio de los puntajes de las intersecciones contenidas en él.

Sin embargo, y ésto es el giro que le da el Observatorio al índice de proximidad: la distancia a los equipamientos desde cada intersección no se mide como una línea recta entre el crucero y los negocios o servicios deseables. Al contrario, se calcula cuánto tiempo tomaría para una persona real, caminando, llegar desde aquella intersección al servicio que busca. Esto se hace considerando la ruta más eficiente que tomaría.

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